domingo, 16 de junio de 2013

La corrupción tiene muchos rostros y una potencia inusitada de expansión.

La corrupción no es un lugar común; no es un decir. Es una realidad anómala en el entramado de una formación económica social asimilable a enfermedad  severa,  perniciosa y degenerativa con capacidad de mutación expansiva haciendo insostenible e inviable la sociedad afectada. Por cuenta del funcionamiento distorsionado de su orden celular, el sistema inmunológico pierde su poder de defensa y,  lo inminente es el devenir  de ese cuerpo social en cadáver insepulto. A no ser que se proceda a tiempo a una intervención profunda y rigurosa de extracción tumoral y cauterización con su correspondiente tratamiento prolongado y multidimensional, cuyos costos resultan  incalculables. Antes de la postración “biológica”, es decir, antes de la afectación extrema de las funciones orgánicas ordinarias, el orden moral se resquebraja hasta que se adopta como modus vivendi elnomeimportaunculo,  bajo la forma de brutal indiferencia, una de las tantas formas de complicidad. Y cuando pica y se extiende, el cáncer de la corrupción se reproduce como milagro diabólico hasta en la casa de cada familia.

La escuela y los sindicatos no son la excepción. Con la desventaja por parte de gruesos sectores sociales de creer que la corrupción se limita sólo al abuso con los recursos económicos o pecuniarios del Estado o del sector privado que incluye el soborno con fines inconfesos e inimaginables.
Pues ocurre que,  precisamente por ello, la corrupción se torna más temible por más peligrosa. Ella asume las formas más diversas y plurales. Es camaleónica si se quiere.
El fraude,  por ejemplo,  habido y por haber como una de las tretas de la corrupción, usado hasta en los casos más nimios se toma la cotidianidad de ciertos espacios,  entre éstos los de la escuela.  Fraude para burlar un trabajo académico, tarea o tesis; fraude para justificar el ingreso a la institución después de la hora señalada,  más aun,  fraude en la forma de incapacidad médica o atención a cita médica; fraude en la sustitución de identidad para practicar un examen o prueba.

En este supuesto caso, como en todos, están involucrados varios sujetos o cadena de sujetos: Quien toma la iniciativa en la acción torcida y propone, y mínimo quien acepta la propuesta y participa, más otros implicados en calidad de cómplices. Piénsese en el caso del alumno que para ingresar a la institución (para “cualquiera cosa” menos por el interés real y cierto de estudiar) busca saltar furtivamente los muros de cierre del establecimiento o tramita ante una enfermera amiga o familiar se le extienda certificado fraudulento de que estaba siendo atendido medicamente, certificación que lleva la firma y sello de uno de los médicos del Hospital local (¿?). Este señalamiento puntual no sólo es verosímil como la ficción elaborada por creación artística sino que es efectivamente real en el contexto de Tolú en el ámbito escolar.

La miscelánea de trampas de ese universo (pestilente y sórdido) de lo corrupto  que se hace pasar por política en nuestro país y terruño con sus “hábitos de marca y cuellos blancos”, gana  presencia cada vez más notoria en el escenario sindical -que compromete a los educadores-, como  en sus órganos Cooperativos (CANAPRO* en Sucre) parece aún insuficiente para provocar en las instituciones, autoridades y ciudadanos, arcadas, nausea; rechazo y sanción social. Pero no. Las autoridades, en sus más altos rangos,  que incluye a los órganos de control en Colombia, son sujetos parte del problema. De esta descomposición y su miasma tipo cadaverina alborotada, en el concierto de la administración pública en el departamento y en Tolú, que  se releva democráticamente cada cierto período,  ni hablar. Pero, aquí no pasa absolutamente nada. La justicia de verdad,  entre nosotros,  sí que es CIEGA.  No es mero simbolismo; es contundentemente real,  verdad verdadera.

De las más recientes elecciones en ADES para elegir delegados a instancias nacionales y renovar directiva,  es voz populi el uso descarado de sobornos, fraude y otras deformaciones de la voluntad de los electores,  que se creían exclusivas de los caciques del bipartidismo en los comicios tradicionales para presidentes y congreso,  primero, y luego extensivas a gobernadores y alcaldes.

En el orden nacional, sin poder olvidar la década impúdica del régimen de la “seguridad mafiosa” presidido por el brabucón guerrerista afectado de incontinencia verbal y narcisismo mesiánico, hoy descuella en la podredumbre de las prácticas corruptas,  el altisonante procurador de la inmoralidad pública (monseñor Alejandro Ordoñez) que convencido está que sus diabluras están inspiradas y justificadas por su profunda y sincera fe religiosa!, que las hace buenas, BUENÍSIMAS!.  Amén de su maridaje concupiscente con la Contralora y lo más vergonzoso del Congreso y las Cortes altamente contaminadas.

La corrupción en Colombia, en sus concretas y variadas formas de realización -desde las menos a las más-, es,  sin eufemismo,  miseria y muerte para la inmensa mayoría del pueblo. Una práctica criminal contra los ciudadanos. Los victimarios, una minoría despreciable que usufructúa para sí la riqueza pública, patrimonio de todos.

Al cierre de este artículo,  en la ciudad se observaba movimiento de ciudadanos promocionando la REVOCATORIA del alcalde en ejercicio,  por ineficaz y corrupto.  El mecanismo sin dejar de ser legítimo, y que ha debido estrenarse hace rato toda vez que lo que más ha venido sobre abundando por estas latitudes son los  alcaldes de pacotilla,  en esta oportunidad presenta  como flanco objeto de crítica el que según sectores de opinión, quien encabeza la iniciativa es tan politiquero, oportunista y corrupto como el sujeto que se pretende revocar.

Según parece, aquellos, el actual, éste que pretexta seguro volver a lanzarse y otros tantos, han creído y creen que de cualquier  “palizá sale un alcalde”,  quiero decir un lobo o una rata, por lo que basta la vanidad, el capricho de querer serlo y el cálculo de hacerse rico ilícitamente,  para aspirar y ejercer el primer cargo del municipio.
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*Si usted amigo lector es educador en Sucre y está afiliado a CANAPRO,  sírvase averiguar si es cierta la versión según la cual por reunión, los miembros del Consejo de administración, se embolsillan por cabeza  algo menos de $100.000 pesos (…). Ello podría estar significando que cada reunión de este organismo registraría gastos millonarios.


Ramiro del Cristo Medina Pérez

Santiago de Tolú, junio 12 - 2013