La corrupción no es un lugar común; no es un decir.
Es una realidad anómala en el entramado de una formación económica social
asimilable a enfermedad severa, perniciosa y degenerativa con capacidad de
mutación expansiva haciendo insostenible e inviable la sociedad afectada. Por
cuenta del funcionamiento distorsionado de su orden celular, el sistema
inmunológico pierde su poder de defensa y,
lo inminente es el devenir de ese
cuerpo social en cadáver insepulto. A no ser que se proceda a
tiempo a una intervención profunda y rigurosa de extracción tumoral y
cauterización con su correspondiente tratamiento prolongado y multidimensional,
cuyos costos resultan incalculables.
Antes de la postración “biológica”, es decir, antes de la afectación extrema de
las funciones orgánicas ordinarias, el orden moral se resquebraja hasta que se
adopta como modus vivendi elnomeimportaunculo, bajo la forma de brutal indiferencia,
una de las tantas formas de complicidad. Y cuando pica y se extiende, el cáncer
de la corrupción se reproduce como milagro diabólico hasta en la casa de cada
familia.
La escuela y los sindicatos no son la excepción. Con
la desventaja por parte de gruesos sectores sociales de creer que la corrupción
se limita sólo al abuso con los recursos económicos o pecuniarios
del Estado o del sector privado que incluye el soborno con fines inconfesos
e inimaginables.
Pues ocurre que,
precisamente por ello, la corrupción se torna más temible por más
peligrosa. Ella asume las formas más diversas y plurales. Es camaleónica si se
quiere.
El fraude, por
ejemplo, habido y por haber como una de
las tretas de la corrupción, usado hasta en los casos más nimios se toma la
cotidianidad de ciertos espacios, entre
éstos los de la escuela. Fraude para
burlar un trabajo académico, tarea o tesis; fraude para justificar el ingreso a
la institución después de la hora señalada,
más aun, fraude en la forma de incapacidad
médica o atención a cita médica; fraude en la sustitución de identidad para
practicar un examen o prueba.
En este supuesto caso, como en todos, están
involucrados varios sujetos o cadena de sujetos: Quien toma la iniciativa en la
acción torcida y propone, y mínimo quien acepta la propuesta y participa, más
otros implicados en calidad de cómplices. Piénsese en el caso del alumno que
para ingresar a la institución (para “cualquiera cosa” menos por el interés
real y cierto de estudiar) busca saltar furtivamente los muros de cierre del
establecimiento o tramita ante una enfermera amiga o familiar se le extienda certificado
fraudulento de que estaba siendo atendido medicamente, certificación que lleva
la firma y sello de uno de los médicos del Hospital local (¿?). Este
señalamiento puntual no sólo es verosímil como la ficción elaborada por
creación artística sino que es efectivamente real en el contexto de Tolú en el
ámbito escolar.
La miscelánea de trampas de ese universo (pestilente
y sórdido) de lo corrupto que se hace
pasar por política en nuestro país y terruño con sus “hábitos de marca y
cuellos blancos”, gana presencia cada
vez más notoria en el escenario sindical -que compromete a los educadores-, como en sus órganos Cooperativos (CANAPRO* en
Sucre) parece aún insuficiente para provocar en las instituciones, autoridades
y ciudadanos, arcadas, nausea; rechazo y sanción social.
Pero no. Las autoridades, en sus más altos rangos, que incluye a los órganos de control en
Colombia, son sujetos parte del problema. De esta descomposición y su miasma
tipo cadaverina alborotada, en el concierto de la administración pública en el
departamento y en Tolú, que se releva democráticamente
cada cierto período, ni hablar. Pero,
aquí no pasa absolutamente nada. La justicia de verdad, entre nosotros, sí que es CIEGA. No es mero simbolismo; es contundentemente
real, verdad verdadera.
De las más recientes elecciones en ADES para elegir
delegados a instancias nacionales y renovar directiva, es voz populi el uso descarado de sobornos,
fraude y otras deformaciones de la voluntad de los electores, que se creían exclusivas de los caciques del
bipartidismo en los comicios tradicionales para presidentes y congreso, primero, y luego extensivas a gobernadores y
alcaldes.
En el orden nacional, sin poder olvidar la década
impúdica del régimen de la “seguridad mafiosa” presidido por el brabucón
guerrerista afectado de incontinencia verbal y narcisismo mesiánico, hoy
descuella en la podredumbre de las prácticas corruptas, el altisonante procurador de la
inmoralidad pública (monseñor Alejandro Ordoñez) que convencido
está que sus diabluras están inspiradas y justificadas por su profunda
y sincera fe religiosa!, que las hace buenas, BUENÍSIMAS!. Amén de su maridaje concupiscente con
la Contralora y lo más vergonzoso del Congreso y las Cortes altamente
contaminadas.
La corrupción en Colombia, en sus concretas y
variadas formas de realización -desde las menos a las más-, es, sin eufemismo, miseria y muerte para la inmensa
mayoría del pueblo. Una práctica criminal contra los ciudadanos. Los
victimarios, una minoría despreciable que usufructúa para sí la riqueza
pública, patrimonio de todos.
Al cierre de este artículo, en la ciudad se observaba movimiento de
ciudadanos promocionando la REVOCATORIA del alcalde en ejercicio, por ineficaz y corrupto. El mecanismo sin dejar de ser legítimo, y que
ha debido estrenarse hace rato toda vez que lo que más ha venido sobre
abundando por estas latitudes son los
alcaldes de pacotilla, en esta
oportunidad presenta como flanco objeto
de crítica el que según sectores de opinión, quien encabeza la iniciativa es
tan politiquero, oportunista y corrupto como el sujeto
que se pretende revocar.
Según parece, aquellos, el actual, éste que pretexta
seguro volver a lanzarse y otros tantos, han creído y creen que de
cualquier “palizá sale un alcalde”, quiero decir un lobo o una rata, por lo que
basta la vanidad, el capricho de querer
serlo y el cálculo de hacerse rico ilícitamente, para aspirar
y ejercer el primer cargo del municipio.
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*Si
usted amigo lector es educador en Sucre y está afiliado a CANAPRO, sírvase averiguar si es cierta la versión
según la cual por reunión, los miembros del Consejo de administración, se
embolsillan por cabeza algo menos de
$100.000 pesos (…). Ello podría estar significando que cada reunión de este
organismo registraría gastos millonarios.
Ramiro del Cristo Medina Pérez
Santiago de Tolú, junio 12 - 2013